Las
reglas de ceremonial y protocolo están más vigentes que nunca en la vida de la
sociedad moderna, aún cuando se las considera como algo propio de altas esferas
de la sociedad y de asuntos de Estado, como los diplomáticos. Pero dada la complejidad
de las actividades en todos los aspectos de la vida en sociedad, tanto públicos
como privados, se hace necesaria una reglamentación protocolar.
Esas
normas, usos y costumbres no tienen un carácter elitista y sólo reservado a
determinados ámbitos o sectores sociales, sino que, por el contrario, el
respeto a las normas de convivencia y cortesía contribuye a organizar la vida
en sociedad y el tratamiento recíproco de quienes la componen. En tal sentido se ha podido apreciar la
importancia que le otorgan algunos sectores que tradicionalmente permanecían
ajenos a la aplicación de las normas fundamentales del ceremonial y el
protocolo. Es evidente hoy en día, el enorme interés que han adquirido estos
conocimientos para el sector privado en todo orden de cosas tales como: el
arte, los espectáculos, el deporte, la recreación, etc.
Las
normas de ceremonial y protocolo se vinculan históricamente con las de la
diplomacia y la etiqueta, produciéndose por supuesto una evolución en su
formalismo, tanto es así que desde el origen del hombre, los pueblos otorgaron
una especial representatividad a estas pautas de conducta y comportamiento en
sus relaciones con otras naciones.
La
diplomacia moderna, con reglas ya establecidas, se inicia sólo con el Congreso
de Viena, el año 1815. Durante este proceso, que duró más de un siglo, el ceremonial
y el protocolo diplomático, basado en normas consuetudinarias o costumbristas,
adquirieron formas que se han aplicado hasta la actualidad.